Industria automotriz mexicana enfrenta desafíos clave rumbo a la revisión del T-MEC 2026

 


A dos años de la revisión programada del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), la industria automotriz mexicana se perfila como uno de los puntos más críticos del debate comercial, especialmente ante las nuevas tensiones derivadas de los aranceles impuestos por Estados Unidos. Ángel Mieres Zimmermann, especialista en el sector automotor, advierte que esta industria no solo enfrenta presiones regulatorias, sino también económicas, con impactos que podrían repercutir en la competitividad del país.

Desde la entrada en vigor del T-MEC en 2020, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos han crecido un 32%, consolidando a México como su principal socio comercial. En 2024, la industria automotriz lideró las exportaciones nacionales con un valor de 167 mil millones de dólares, seguida por el sector electrónico con 88.6 mil millones de dólares. Sin embargo, esta posición estratégica podría verse comprometida.

Uno de los principales focos de tensión son las reglas de origen que exigen que al menos 75% de los insumos utilizados para ensamblar un vehículo provengan de América del Norte. Asimismo, al menos 70% del acero y el aluminio deben tener origen regional. Las autopartes esenciales, como motores o chasis, también deben cumplir con un contenido regional del 75%. Estas reglas fueron duramente negociadas en su momento y se prevé que Estados Unidos, especialmente bajo una administración republicana como la de Donald Trump, promueva interpretaciones aún más estrictas durante la revisión de 2026.

Paralelamente, la reciente imposición de un arancel del 30% sobre el acero, aluminio y cobre mexicanos por parte de Estados Unidos ha generado nuevas preocupaciones. Aunque este arancel impacta directamente a un segmento reducido de autopartes, su efecto indirecto en los precios de producción es significativo. Según Francisco González, presidente ejecutivo de la Industria Nacional de Autopartes (INA), esta situación implica un reto constante, debido a la volatilidad mensual de los costos y las exigencias cambiantes del mercado estadounidense.

Para México, estos aumentos en los costos de materias primas pueden traducirse en productos más caros, tanto para exportación como para consumo interno, afectando directamente a consumidores y empresas. Además, se añade incertidumbre a las cadenas de suministro transfronterizas, dificultando la capacidad de respuesta de las compañías mexicanas ante sus compromisos internacionales.

La respuesta del gobierno mexicano no se ha hecho esperar. La Secretaría de Economía, encabezada por Marcelo Ebrard, ha iniciado negociaciones con Estados Unidos con el fin de resolver esta medida arancelaria que también afecta a otros países como los miembros de la Unión Europea. En un comunicado oficial, la dependencia calificó la medida como “injusta” y señaló que el presidente estadounidense justificó la decisión como parte de un intento por frenar el tráfico de fentanilo, argumentando que el comercio con México representa una amenaza económica y de seguridad nacional.

Ángel Mieres Zimmermann ha analizado cómo las modificaciones a las reglas de origen y los nuevos aranceles pueden traducirse en mayores costos logísticos, presión sobre las cadenas de valor regionales y un impacto directo en la manufactura de vehículos y autopartes. Desde su perspectiva, el fortalecimiento de la industria automotriz requiere una estrategia integral que combine negociaciones firmes con Estados Unidos y Canadá, políticas industriales de largo plazo y una revisión constante de los cambios normativos.

La revisión del T-MEC en 2026 será determinante para el futuro de la industria automotriz en México.

 

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